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María Claudia Uribe

Lo que no nos dicen sobre el duelo


1. Las emociones del duelo son variadas y no son buenas ni malas, solo son parte del proceso y de la experiencia. Al experimentar una pérdida significativa es natural sentir emociones como confusión, sorpresa, tristeza, culpa, arrepentimiento, enojo, frustración, impotencia, miedo, y/o desesperanza. Si nos permitimos experimentar cada una de estas emociones y etapas sin juicio, en un entorno seguro y sabiendo que, en momentos de vulnerabilidad, hay personas que nos apoyan y acompañan, eventualmente llegaremos a una etapa en la que, después de muchas altas y bajas, veremos que los periodos más emocionalmente difíciles serán más espaciados y seguidos por espacios de mayor estabilidad y calma.



2. Podemos recuperarnos del dolor intenso de la pérdida, pero el duelo no “se supera” de la forma en que comúnmente entendemos lo que significa superar algo. Cuando experimentamos una pérdida importante en nuestra vida, nunca volveremos a estar “como antes”. La pérdida, las emociones y etapas del duelo, la vulnerabilidad que conlleva vivir esta situación con el tiempo, se integran en una nueva experiencia de la vida y de nosotros mismos, que cambia cómo vivimos y experimentamos el mundo. Quienes hemos vivido experiencias de pérdida significativas como la migración, el divorcio, la pérdida de un ser muy querido y próximo sabemos que no es posible volver a ser como éramos antes.


3. El duelo se transforma. Con el tiempo, el dolor de la pérdida pasa a convertirse en una mezcla de emociones que se experimentan de acuerdo con la situación: como la tristeza de no compartir fechas especiales con el ser querido, el sentimiento agridulce de recordar momentos gratos vividos juntos, y la sensación reconfortante del rol que el ser querido mantiene en nuestra vida, a pesar de ya no estar físicamente presente.


4. Cuando experimentamos el dolor de la pérdida, esta se puede transformar en una expresión de amor hacia quien ya no está, hacia nuestros semejantes y hacia nosotros mismos. Es posible (y millones de personas en este momento lo hacen) vivir una vida normal y con propósito, a pesar de estar viviendo un proceso de duelo. El dolor de la pérdida se puede convertir en la forma en que amamos a una persona que ya no está, nos ayuda a conectar con recuerdos del pasado, nos vincula con los demás, a través de nuestra humanidad compartida y nos permite tomar consciencia de nuestra enorme capacidad para encontrar fortaleza y sabiduría en los momentos más difíciles.


5. La muerte, la pérdida en general y el dolor generan incomodidad en las personas. Cuando alguien experimenta una pérdida, sus seres queridos pueden sentir urgencia en intentar aliviar su dolor, sin reconocer que el dolor es inevitable, sano y natural de sentir durante el duelo. Esto puede generar encuentros incómodos para ambas partes. Por ejemplo, decir “ya tu ser querido descansó” o “todo pasa por algo” puede activar en la persona en duelo sentimientos de frustración, sentir que no puede expresar su dolor o que debe mostrarse “fuerte” para los demás negando su propia necesidad de sentir la pérdida y haciéndole más difícil vivir su duelo. Se recomiendan mensajes empáticos que no traten de “arreglar” la situación, como: “no sé cómo estarás sintiéndote en estos momentos, pero estoy aquí para ayudarte en lo que pueda”, “te queremos y queremos que sepas que estamos pensando en ti”, “no tengo palabras para expresar cuánto lo siento”, “esto ha sido tan inesperado y tan triste. Estoy aquí para ti”.


6. La presencia, la escucha empática y sin juicio y la conexión generan el espacio adecuado para acompañar a una persona en duelo. Estas son muchas veces los regalos más preciados en periodos difíciles como el duelo, porque nos permiten experimentar la pérdida y todo lo que esta conlleva sabiendo que contamos con personas para quienes seguimos siendo importantes, valiosos y dignos de cariño.


7. Los duelos traen lo mejor y lo peor de las familias. Al ser periodos de mucha sensibilidad y vulnerabilidad, afloran dinámicas que pueden facilitar el proceso permitiendo expresar emociones, apoyarse mutuamente reconociendo que cada quien lo vive de manera diferente y así, generar un espacio flexible y seguro… o, todo lo contrario. Cuando aflora lo peor de la familia, cuando hay tensiones que no se logran superar y que generan estancamiento, puede ser recomendable buscar ayuda profesional.


8. Los duelos nos pueden hacer cuestionar nuestras bases: nuestra fe, nuestra cordura, nuestra vida, nuestro propósito y nuestras metas. Estos cuestionamientos pueden generar emociones difíciles, pero no son necesariamente malos. Muchas veces son parte del proceso transformador del duelo y de la pérdida.


9. Tratar de proteger a los niños y a las personas queridas del dolor de la pérdida hace el proceso más difícil para todos. La pérdida, la muerte y el dolor son parte de la vida. Cuando tratamos de anestesiarlo, evitarlo y enmascararlo enviamos un mensaje contraproducente a las personas que tratamos de proteger. Es preferible hablar del dolor, de la muerte y de la pérdida en términos sencillos, claros y empáticos que faciliten reconocer y expresar emociones y necesidades y generar recursos. Somos capaces de sentir emociones difíciles y tolerarlas.


10. Nada de lo que hagas en el futuro cambiará tu amor por la persona que murió. El que vuelvas a ser capaz de experimentar alegría, de disfrutar la vida e incorporar a nuevas personas y experiencias a tu vida, no significa que tu amor por tu ser querido que ya no está haya disminuido.


11. No se pueden comparar los duelos o las pérdidas. Cada uno es único e importante.


12. Cualquier duelo es válido. Si experimentas el duelo por la pérdida de tu mascota, de tu trabajo o de tu estatus económico, igual, tu duelo es válido.


13. Algunas veces la situación empeora antes de mejorar.


14. Las fechas especiales, como cumpleaños y aniversarios, serán difíciles siempre.


15. Está bien llorar, está bien no llorar. Los duelos se viven de manera variada.


16. Algunas veces descubres el apoyo más valioso en las personas más inesperadas.


17. Es fácil recurrir a conductas poco sanas para buscar alivio a las emociones difíciles. El alcohol, las drogas y los excesos empeoran la situación.


18. Es natural que por un tiempo te sientas en limbo. Durante este proceso procura darte:

  • tiempo (a solas y con personas que sepan escucharte);

  • momentos parar recargarte (descanso, una ducha relajante, un paseo, alguna “causa” inspiradora);

  • ejemplos en otras personas que han experimentado pérdidas similares y han encontrado formas de seguir adelante;

  • metas cortas (un café con una amiga, ver una película, un paseo), aunque es posible que algunas no te generen tanto placer como antes;

  • aceptar expresiones de cariño/apoyo de los demás, aunque se pueda sentir extraño aceptar este apoyo;

  • reconocer los pequeños placeres aún a tu alcance, a través del sonido relajante de la lluvia, una caminata en la naturaleza o una comida favorita;

  • permiso para experimentar una nueva ola de dolor sabiendo que es parte del proceso;

  • vivir un día a la vez.




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